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Por: Oscar Santamaría Puerta.

Los seres humanos y el individuo tienen una serie de valores que los definen como personas. Psicólogos del más alto nivel dicen que tener ese sistema de valores definidos es lo que determina el éxito o fracaso de una persona. Cuando una persona sabe sus valores y lucha por ellos es más probable que alcance todas sus aspiraciones, objetivos y metas.

Los abogados somos formados a la luz del valor de la justicia. Definir la justicia sería vano, pero acudiendo a definiciones clásicas como la de Platón, recogida por autores romanos, y nuestra cultura jurídica, la justicia es dar a cada cual lo que le corresponde.

Poco se enseña de la ética, de ese conjunto de valores que nos dotan de carácter y de una personalidad honrosa. Aristóteles fiel a la tradición griega, en su ética a Nicómaco enseña como perseguir la mejora constante del ser humano, de todas las virtudes la más destacada es la de la justicia ya que busca en cada acción el bien del otro y por tanto de sí mismo.

Cuando el abogado litigante decide asumir la defensa de los intereses de una persona en un proceso penal se compromete a dar todo de sí mismo para que esos intereses (derechos) sean afectados en la mínima posibilidad y por tanto hacer justicia y buscar la virtud del bien, a eso que todos aspiran.

La ética desempeña un papel en el campo de la relación con el cliente, de la relación del abogado con la administración de justicia, de la relación del abogado con sus otros colegas, ponderando siempre hacer lo correcto. La buena fe, la lealtad, la responsabilidad, la justicia, la honestidad, la igualdad, entre otros valores, son la guía a la que aspire todo abogado que pretenda ejercer la profesión con honor.

El trabajo del abogado empieza desde el primer momento en que el cliente confía su caso y cuenta la historia del sufrimiento que ocasiona el proceso penal, en el momento en que se elabora la teoría del caso como un acto de inteligencia, experticia y creatividad del abogado, en esta etapa inicial se construyen los cimientos de lo que será el juicio. En la construcción adecuada de esos cimientos está consignado el presente caso y el futuro resultado.

Los autores más reconocidos en todas las áreas del derecho llaman la atención sobre cimentar nuestros casos en las etapas iniciales pues luego de esto, bastará poner el ladrillo adecuado en cada etapa procesal. Visto desde esta óptica, es un acto de lealtad, responsabilidad y por tanto ético, de cada colega que se suma a la defensa en etapas posteriores, circunscriba por respeto a sus compañeros, el mérito del resultado, al trabajo incesante y minucioso realizado, sin el menor atisbo de egocentrismo, reconociendo así, lo que no le pertenece.

Esto nos lleva a resaltar que, ocurre con mayor frecuencia de la esperada, que hay triunfos robados entre colegas, esto sucede cuando más de dos abogados intervienen en el proceso. Se tiene una concepción errónea de quien gana o pierde el proceso. Pero atendiendo a líneas anteriores, lo gana la bancada sin perder de vista quien lo construyó en su etapa inicial, quien vio la luz en la oscuridad para poder transitar el camino que llevó a una sentencia absolutoria.

Se insiste en que éticamente es un acto desleal, deleznable e irresponsable tomar un caso formado, prácticamente construido y atribuirse ese triunfo, es un irrespeto a colegas y por supuesto sobre pasa la línea ética, pilar fundamental.

Es crucial tomar una postura en este punto.

Escribo esta columna porque son muchos los abogados a quienes les roban sus triunfos, y quienes por miedo, por falta de autoestima, o no se que otra cosa, no reclaman sus triunfos con el orgullo que da el mérito y que es más que justo hacerlo. Diría Aristóteles que “es casi una obligación reclamar la virtud y el mérito que es propio”, al haber trabajado durante horas, días, meses y hasta años, es lo justo.

Finalmente, los invito a que no le resten mérito al trabajo de sus colegas, no permitan, ahí sí, que la vanidad los lleve a desconocer o atribuirse triunfos que no les corresponden. Es la peor injusticia que entre colegas podemos hacernos y hacerles a quienes nos sirven para lograr los objetivos de la justicia.

La mayor parte de los hombres, si hemos de juzgarlos tales como se muestran, son verdaderos esclavos, que escogen por gusto una vida propia de brutos, y lo que les da alguna razón y parece justificarles es, que los más de los que están en el poder sólo se aprovechan de este para entregarse a excesos dignos de un Sardanápalo” Ética a Nicómaco, Aristóteles.

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